En Julio de 2019, estaba en Cádiz disfrutando de unas merecidas vacaciones en mi tierra natal. A finales de ese mes empecé un viaje a Austria con una buena amiga. Revisité Viena y fui a Salzburgo por primera vez, y fue uno de los viajes que más he disfrutado en mi vida, tanto por la compañía como por el viaje en sí. Luego íbamos a ir a Barcelona a juntarnos con otra amiga nuestra que vive allí, y finalmente yo iba a ir a Gran Canaria a visitar uno de mis mejores amigos.
Pero no ocurrió así. A la segunda mañana de estar en Salzburgo vi que tenía una llamada perdida de mi hermana, lo cual era bastante extraño ya que ella sabía que estaba en Austria y sólo me llama directamente para urgencias. Efectivamente. Al hablar con ella, me dijo que mi (nuestro) padre había tenido otro ictus y que era grave, y que volviera a Cádiz lo antes posible.
Estaba en Salzburgo, y desde su aeropuerto no sólo no había vuelos al sur de España, sino que directamente no descubrí ningún vuelo a ninguna parte del país. Estaba a tres horas de tren a Viena, y de allí podía volar a Madrid. Parecía la opción más factible pero las combinaciones que había para tal inmediatez eran muy malas. Comencé a pensar que quizás lo más factible era regresar el día que volaba a Barcelona tal y como había planeado en principio, aunque pudiera ser tarde para despedirme de mi padre.
Estuve bastante bloqueado esa mañana intentando ver desde mi móvil cómo podía regresar a Cádiz pronto desde donde estaba, pues tenía un gran flujo de pensamientos sobre mi familia en el hospital y mi padre muriéndose. En un momento de atención plena, recordé que antes de ir a Austria estuve en Sevilla y alguien me comentó que había estado en Salzburgo y que voló desde Sevilla hasta Alemania. Observé que Munich estaba más cerca de Salzburgo que de Viena, y que efectivamente tenía vuelos directos a Sevilla. Así que al final opté por esa opción y reservé vuelo para el día siguiente.
Una vez reservé el vuelo sentí una gran paz en mi interior. Tuve que hacer un gran esfuerzo para centrar mi atención en ese proceso de búsqueda del camino de vuelta para volver, pero una vez terminado comencé a darme cuenta de que no había nada más que pudiera hacer. Así que en nuestro último día en Austria, visitamos Hallstat: un pueblo reconocido por ser uno de lugares más bonitos de nuestro planeta.
Ese día acepté que el momento para el que me había estado preparando durante años de práctica había llegado, pues fue a raíz de la enfermedad de mi padre y sus ictus pasados como empecé a tener problemas de ansiedad y ataques de pánico, que fue lo que eventualmente me trajo al mindfulness. Reafirmé que no había nada más que pudiera hacer, y estuve muy agradecido por haber estado en Europa cuando ocurrió, y más aún por la compañía en general. En especial, por mi amiga que vino de vuelta conmigo en lugar de continuar el viaje por su cuenta, y por otra amiga que me llevó de Sevilla al hospital de Cádiz tal y como aterrizamos. Y estuve aún más agradecido por haber conseguido llegar a tiempo al hospital para despedirme de mi padre con toda mi familia.
Reafirmé y reacepté que la muerte es una parte esencial del ciclo de la vida y a la que todos llegaremos algún día. Hasta entonces, debido a su temporalidad, no tiene sentido que la llenemos de sufrimientos y miedos, sino de alegría y color. Y para ello, es importante tomar consciencia y actuar en cada momento según lo que realmente nos mueve en nuestro interior. En cada momento, pues estamos cambiando continuamente.
Paz 🙏
2 respuestas
[…] finales de Agosto de 2019 regresé a Melbourne, justo después de pasar por uno de los momentos más difíciles de mi vida. Una vez más, volví a establecerme allí con todo lo que conlleva: trabajar, buscar alojamiento, […]
[…] finales de Agosto de 2019 regresé a Melbourne, justo después de pasar por uno de los momentos más difíciles de mi vida. Una vez más, volví a establecerme allí con todo lo que conlleva: trabajar, buscar alojamiento, […]