Príncipe de Melbourne

Noviembre de 2018 fue mi último mes en Cádiz, antes de volver a Melbourne. Antes de regresar, hice un viaje solo a Dubrovnik de tan solo unos días. Definitivamente ya había cambiado mi perspectiva respecto a los viajes, pues era consciente de la importancia que tenía para mí el estar rodeado en buena compañía, al mismo tiempo que también necesito cierto tiempo de soledad para recargar energías. Ya había aceptado mi introversión y era capaz de observar mis sensaciones físicas según lo que iba haciendo, lo cual determinaba mis acciones posteriores para seguir encontrándome bien.

Había encontrado el equilibrio perfecto, y actuaba en consecuencia, siguiendo y escribiendo mis tareas y rutinas cada día en Workflowy, y cumpliendo casi todo lo que tenía planeado para cada día en general.

Poco antes de marchar, un amigo y antiguo profesor mío me invitó a mí y a otro amigo a dar una charla en el instituto para que les contásemos a l@s alumn@s de hoy nuestra historia desde que termináramos de estudiar hacía más de 10 años. El propósito de esta charla era el servir de inspiración a esta nueva generación, luego me centré en expresar que no había sueños imposibles. Era consciente de que la mayoría de l@s chaval@s no estaban realmente escuchando, pero ya era capaz de aceptar esto sin problemas, y al igual que con mis clases de mindfulness, con ser capaz de ayudar a una sola persona ya me sentía satisfecho. Y teniendo en cuenta de que con ello ayudé a mi amigo y antiguo profesor, ya me valía.

Ese mes de Noviembre, como siempre en vísperas de regresar a Melbourne, me puse en contacto con antiguos clientes para conseguir un nuevo trabajo, que al final uno de ellos me ofreció. Se trataba del mismo cliente con el que trabajé justo la primera vez que llegué. Pillé un Airbnb para los primeros días y poco después encontré algo más permanente al lado de la oficina. Una vez resuelto todo el caos del principio, volví de nuevo a retomar el contacto con mis amig@s en Melbourne y una vez más, volví a la vida loca en la que apenas paraba en casa. Pero esta vez, a diferencia de la anterior, continué usando Workflowy y la agenda para planear mis días, y con atención plena fui capaz de darme cuenta cuando prefería simplemente estar en casa y no tener planes con nadie ni actividades, y actué en consecuencia.

En resumen, continué despierto en Melbourne y seguí estando en el mismo estado de consciencia que en Cádiz, libre de ansiedad. O como el Príncipe Siddharta convirtiéndose en el Buda, según el budismo.