El poder del No

En Septiembre de 2017 volví a Melbourne, donde empecé una vez más a trabajar como desarrollador web para un cliente. Esta vez tenía un contrato de 6 meses, y aunque me lo monté bastante bien dado que me mudé cerca de la oficina en todo el centro de la ciudad, el trabajo en sí era bastante feo y aburrido para un desarrollador. Por suerte era bastante tranquilo, y tenía tiempo normalmente para quedar con amigos fuera en los descansos para almorzar.

Había pasado un año desde que me fui para viajar por el sudeste asiático y comenzar con mi startup, y definitivamente sentí que había vuelto muy diferente a como me fui. De hecho, la mayoría de mis amig@s también se dieron cuenta. Y no por el viaje físicamente hablando, sino desde el punto de vista espiritual. Habían pasado muchas cosas.

No tardé en retomar mis rutinas rutinarias y en adaptarme a la vida allí. Tampoco en retomar el contacto habitual con mis amig@s. Un día, fui a casa de un amigo donde se reunía bastante gente y vi a una chica que no veía hacía bastante tiempo, pues no solía frecuentar mi círculo de amig@s. En aquel entonces ya me llamó la atención.

Ese día hablé un poco con ella y durante los días posteriores seguimos quedando. No pasó mucho tiempo hasta que le pedí quedar nosotros dos solos, a lo cual inicialmente aceptó. Sin embargo, canceló a última hora. Esto se repitió tres o cuatro veces. Durante este tiempo, aprendí que la chica en cuestión tenía problemas psicológicos, lo cual en mi estado de felicidad y alta consciencia de aquel entonces me atraía aún más. Sin embargo, comencé a pensar que quería y podía salvarla de sus tormentos.

También durante este tiempo, me pillé vacaciones en el trabajo y me fui a hacer un retiro de mindfulness con una de las instructoras más reputadas del mundo occidental, que daba la casualidad de que estaba por el estado de Victoria en esas fechas.

Aprendí muchas cosas muy importantes durante este retiro. De hecho, la mayor parte de mis enseñanzas durante mis clases vienen de lo que aprendí en el mismo, teniendo en cuenta lo que ya había estado estudiando con anterioridad dentro del mindfulness.

En cuanto a la chica, me di cuenta de que al estar en contacto con ella sacrificando mi bienestar por la impotencia que me causaba el no poder ayudarla, luego hablé con ella con franqueza pero con amabilidad y compasión para decirle que era mejor que dejásemos de hablar.

Entendí que si había algo que estaba haciendo que no me hacía sentir mejor respecto a no hacerlo, lo mejor era dejar de hacerlo. Decir no, siempre de forma efectiva: con franqueza pero con compasión. La chica lo terminó entendiendo, y yo volví a mi estado de felicidad y consciencia. Por un tiempo más al menos.