En Abril de 2018 fui de nuevo a Chiang Mai, justo antes de que la relación en la que estaba se terminara. De hecho, no me di cuenta de que esto era lo mejor hasta que asistí a un retiro de meditación cerca de Chiang Mai, más concretamento en un centro de meditación budista a medio camino entre Chiang Mai y Pai.
Al llegar al centro, me dieron un traje blanco, el cual tenía que llevar puesto durante las actividades que se hacían durante los tres días que duraba el retiro. Entre las actividades, fundamentalmente había largas sesiones de meditación guiadas por un monje budista, pero también había otras actividades como colaborar con las tareas de limpieza y cuidados del centro, y por supuesto comer. La comida era toda vegetariana como es de esperar en estos retiros, y en ocasiones teníamos que hacer las comidas en silencio.
El centro estaba entre la jungla, y los distintos lugares donde hacíamos las meditaciones eran muy sencillos y tranquilos pero con unas vistas espectaculares. Todo muy acorde con todo lo que ya había visto de Tailandia y con un centro de meditación. Me recordó bastante al ashram al que fui en Australia meses antes para hacer otro retiro, aunque dada la naturaleza del mismo, había una presencia mucho mayor de símbolos budistas, tanto físicamente en el lugar como en durante nuestras prácticas.
Junto con el traje blanco, también me dieron un pequeño manual que explicaba por encima la técnica de meditación que se enseñaba en el retiro: Middle Way o Camino Medio. La técnica consistía en centrar la atención en el centro de nuestro cuerpo, justo encima de nuestro ombligo y hacia adentro. Durante las sesiones de meditación, el instructor nos guiaba de forma progresiva para ir encontrando ese punto y centrar nuestra atención ahí, el cual no es otro que el punto donde se siente la respiración abdominal.
No obstante, al estar en un lugar nuevo y rodeado de tanta gente desconocida durante las prácticas, en ocasiones me fue muy difícil lidiar con mi ansiedad. En una de ellas, me empecé a encontrar bastante agobiado, y fue en este momento cuando descubrí algo asombroso y que cambió mi percepción sobre la práctica de mindfulness en general. Recordé aquello de que el tiempo que dedicamos para meditar y cuidar de nuestra salud es para nosotr@s, y por tanto nos debe de servir a nosotr@s. No hay nada que lograr. Luego en lugar de seguir intentando meditar según lo que el guía nos iba diciendo durante esta práctica, simplemente me dediqué a observar mi respiración, acepté mi ansiedad y dejé que pasara. Más tarde, me volví a enganchar con las enseñanzas del guía, y fue entonces cuando me di cuenta y tomé consciencia de lo que quería hacer con mi vida en ese momento:
1. Terminar la relación en la que estaba
2. Compartir todo lo que había aprendido del mindfulness para ayudar a otr@s del mismo modo que me ayudó a mí
3. Llevar una vida bohemia y sencilla en Cádiz, sin estrés, rodeado de familia y amig@s cercan@s
Esta forma de entender la práctica de mindfulness en la que no hay nada que lograr no sólo me hizo descubrir qué era lo que realmente quería, sino que además me hizo entender que en la vida hay realmente pocas cosas que sean absolutamente urgentes o necesarias. Y gracias a ello, en esta ocasión disfruté mi mes y medio en Chiang Mai mucho más de lo que jamás lo había hecho antes. Así como disfruté mi segunda estancia en Estrómboli justo después, pero de eso ya os hablaré en mi próximo artículo.
Me alegro que continues con tus inquietudes.vive ,aprende.disfruta.