Apreciación

A principios de Junio de 2017, volví a Cádiz. Llevaba sin pasar por Cádiz desde que me fui a Melbourne en Junio del año anterior, y habían pasado muchas cosas desde entonces: empecé una relación, se terminó, empecé un nuevo contract en Melbourne, se terminó, conseguí la residencia permanente en Australia, viajé por todo el sudeste asiático, empecé a meditar, empecé ir a terapia, bailé allá donde fui, empecé mi propio startup… etcétera. Posiblemente, uno de los años más intensos de mi vida hasta la fecha.

Desde hacía muchos años, había maldecido el lugar donde nací. Solía criticar con bastante contundencia el hecho de que trabajos que requerían bastante formación se pagasen igual o peor que trabajos sin apenas requisitos. Solía también decir que el empresariado común era bastante cacique y cateto, y que se hacían bastantes chanchullos por doquier para exprimir al trabajador lo máximo posible, normalmente incluso fuera de la ley. Solía cabrearme bastante porque aquellos que eran hijos o familiares de alguien, normalmente pertenecientes al mundo del Carnaval o la Semana Santa, tenían la vida resuelta, aunque no supieran hacer la O con un canuto.

Muchos años más tarde, todo esto aún seguía siendo aplicable. No obstante, también me di cuenta de que los empresarios también tenían sus problemas: las cuotas de autónomo que se pagan en España, la cuantía de las indemnizaciones por despido que se paga en España, las ayudas por desempleo que se pagan en España, etcétera. De cierta manera, comprendí por qué las cosas funcionaban así en España, y más concretamente en Cádiz.

Sin embargo, en lugar de cabrearme al respecto, intenté simplemente observar a mi alrededor y ser consciente de dónde y cómo estaba. Estaba de vacaciones y sin preocupaciones, e iba a estar allí durante tres meses, en un lugar precioso donde hay más de 3000 horas de sol al año y unas playas fabulosas. Empecé a encontrar y ver tiendas, actividades y cosas que no había visto antes, a pesar de haber pasado por delante millones de veces. Comencé a sentirme muy afortunado por haber vivido todo lo que había vivido y viajado, de todo lo bueno que me había pasado para llegar a esa situación de calma y armonía, e incluso comencé a apreciar el lugar maravilloso de donde soy y vengo: Cádiz.

También fue cuando empecé a darme cuenta de que no era necesario estar posteando en Facebook y mandando fotos todo el tiempo a mis amig@s para vacilar y demostrar al mundo que yo era mejor que él. Que le había ganado la batalla. Me di cuenta de que, realmente, esa batalla la había creado yo solo, y de que realmente ese constante vacileo era producto de mi ego estratosférico de aquel entonces, que lo único que hacía era causarme estrés a mí y aversión a mi alrededor.

Esta nueva apreciación por mi vida, junto a la forma de vida que aprendí en Estrómboli y puse en también en práctica, hicieron que estos meses que estuve en Cádiz fueran de los mejores de mi vida. Y como buen fan de Star Wars que soy, incluso reemplacé mi devoción por los principios Sith con el código Jedi:

No existe emoción, sólo existe paz.
No existe ignorancia, sólo existe conocimiento.
No existe pasión, sólo existe serenidad.
No existe caos, sólo existe armonía.
No existe muerte, sólo existe la Fuerza.