En Diciembre de 2017 mi vida no podía ir mejor: estaba asentado en una de las mejores zonas de Melbourne, tenía muchos amigos y una novia excelente. En cierto modo, era la extrapolación perfecta de todo el trabajo que había estado haciendo para cuidar mi salud mental, pues estaba siendo yo y disfrutando cada momento de mi vida cotidiana.
Sin embargo, mi relación se empezó a torcer debido a incompatibilidades y diferencias de creencias. Diferencias que estaban en lo más profundo de nuestras raíces. De hecho, en lugar de alentarnos y complementarnos para hacernos mejores el uno al otro, nos comenzamos a entorpecer. Ella me pedía que yo dejara de hacer o decir ciertas cosas que yo quería hacer o decir, al mismo tiempo que se sacrificaba y no hacía ni decía ciertas cosas que ella quería hacer o decir, aunque yo jamás se lo pidiera y ella no me dijera que estaba sacrificando algo. Yo no le pedía que dejara de hacer o decir nada, y al mismo tiempo yo quería la misma libertad.
Éramos incompatibles, y siendo conscientes y fieles a nuestros principios lo mejor era dejar nuestra relación. No obstante, el ego y el apego tomaron las riendas y continuamos juntos unos meses más. Yo tenía miedo a que si la dejaba hubiese represalias por el hecho de que teníamos muchos amigos en común en Melbourne. Claro que, debido al apego, había perdido la consciencia y no me di cuenta por lo tanto de ese y otros miedos. Miedo a la soledad, miedo al fracaso, miedo a no ser lo suficientemente bueno, etcétera. Y como imaginaréis, en esos meses volvieron mis ataques de ansiedad o pánico.
Por suerte, varias sesiones de terapia y un retiro de meditación más tarde, recuperé la consciencia y lo dejamos. Aparte, ocurrió poco más tarde del final de mi contrato, con lo cual me fui de vacaciones. Y volví a convivir con mi ego de forma consciente y con auto-compasión, lo que de nuevo me trajo al disfrute de cada momento y a una gran felicidad.
Agradecí mucho el hecho de haber tenido esta relación, pues me enseñó que la atracción sexual es sólo temporal, y que no es nada determinante para una convivencia fructífera entre dos personas. En definitiva, aprendí y me hice consciente de que el sentirse atraído por alguien y tener una relación pueden ser mutuamente excluyentes (es decir, que no pueden ocurrir simultáneamente) o complementarios (que sólo pueden ocurrir simultáneamente). Todo depende de las variables.
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