Aterricé en Saigón (o Ciudad Ho Chi Minh) después de pasar unos días en la isla de Phu Quoc, también en Vietnam, allá por Marzo de 2017. Tal y como salí del aeropuerto, me vi rodeado de obras y caminos cortados por las mismas, luego me llevó algo de tiempo encontrar un lugar seguro y apropiado para pedir un Uber que me llevase a mi Airbnb. Y por supuesto, evité a todas las moto-taxis que se me acercaron dado que sabía que me iban a intentar timar.
Bueno, la primera sorpresa con la que me encontré al llegar a Saigón fue con Uber: ¿están funcionando con motos? Extraño, pensé. Pedí una para que viniera a recogerme, a pesar de que iba cargado con mi mochila donde tenía todo mi equipaje para todo el viaje por el sureste asiático, lo cual iba a ser algo incómodo… pero lo hice de todas formas.
Esperé, y esperé. Mis dos primeros Ubers me cancelaron. Por lo que veía en el mapa, parecía que no podían pasar a través de cierto punto para llegar a mi ubicación. Al rato se me acercó un vietnamita en moto bastante desaliñado. Su moto no tenía ni panel frontal ni indicadores. Me preguntó si necesitaba que me llevara a alguna parte, y dado que llevaba esperando como media hora respondí: yes, sure! (sí, ¡por supuesto!)
Pues ahí estaba yo, cargando con mi mochila en una moto que se caía a pedazos. Y tal y como salimos de la zona del aeropuerto fue cuando lo vi: una marabunta de motos yendo en todas direcciones, sin seguir ninguna regla o patrón. ¡¿Pero qué…?! Me empecé a reír, pensando y aceptando que iba a morir en cualquier moento. Vi hasta 5 motos en un mismo carril, una al lado de otra y al mismo tiempo, 5 personas en una moto, etc. Pero además de todo esto, mi «chófer» iba en dirección contraria la mayor parte del tiempo, y las rotondas eran una locura: todo el mundo iba en línea recta hacia su salida. ¡Para darse cabezazos contra la pared más cercana!
Por suerte, y contra todos mis pronósticos, llegué a mi Airbnb sano y salvo. Algo que también me llamó la atención durante mi corto pero intenso viaje en moto fue que a pesar del supuesto caos que había en la carretera, los vietnamitas iban despacio y se les veía bastante tranquilos, a diferencia mía pues tenía un gran estrés y pensaba que iba a morir.
Este ejemplo muestra muy bien uno de los principios básicos que aprendí del mindfulness, y que ahora enseño a través de la meditación. En este caso, la mente estaría simbolizada por las carreteras de Saigón, y cada pensamiento por cada moto que formaba parte del tráfico. La mente, al quedarse estancada en uno o varios pensamientos, se abruma y no deja pasar al resto, lo que como consecuencia nos provoca estrés y ansiedad. Sin embargo, incluso si nuestra mente en algún momento tiene tantos pensamientos como motos hay en las carreteras de Saigón, el simplemente ser capaz de observar estos pensamientos y dejarlos pasar consigue hacer que todos ellos fluyan, lo cual se traduce en paz y tranquilidad. Como la de los motoristas vietnamitas en Saigón.