A finales de Mayo de 2019 todo me iba muy bien. Estaba siempre haciendo lo que quería y viendo a quien quería de mi alrededor, y frecuentemente era yo el que organizaba planes e invitaba a mis amigos unirse, en lugar de ser yo quien asistía a eventos de otros, a no ser que realmente me apeteciese aquello. Luego en el trabajo estaba siendo bastante productivo y sociable, y me sentí bastante querido por mis compañeros y amig@s. Y por último, había empezado a salir con alguien de nuevo y las cosas iban bien.
Sin embargo, mi nueva relación comenzó a torcerse por incompatibilidades. A pesar de que me pareció bastante compatible conmigo en los inicios según nuestras conversaciones, esto no fue así a la hora de actuar. Por ejemplo, según mis ideales y mis valores, a la hora de planear algo con alguien en la que la otra persona sea necesaria para poder ejecutar el plan (por ejemplo, quedar para tomar un café con una sola persona), no apruebo que la persona en cuestión cancele sin una buena razón, no aparezca o llegue muy tarde.
Pues esto ocurrió con ella una vez, y dado que yo estaba bastante conectado con mis emociones en ese punto, en lugar de no decir nada como habría hecho en el pasado pues lo hablamos, comunicando mis necesidades con integridad, sin culpar y haciendo preguntas. Y dado que no hubo un entendimiento, decidí que era mejor dejarlo, con lo cual ella pareció estar de acuerdo en principio.
Más adelante volvimos a coincidir, y después de decirnos que aún seguíamos atraídos el uno por el otro, pues decidimos volver. Fundamentalmente porque me explicó que lo que hizo se debía a un trastorno mental que sufría y que se estaba tratando con bastante determinación. Ese afán de superación me gustó mucho, y aunque yo no era muy consciente aún, en parte me atrajo el hecho de que pensaba subconscientemente que le podía ayudar. También me gustó el hecho de que se mostrase vulnerable, pues me dijo que no le había gustado que le dejase.
Continuamos bien unos días. En este punto, una vez más, empecé a confundir atracción con estar en una relación, y comencé a no comunicar mis emociones ni mostrar vulnerabilidad. Comencé de nuevo a dejarme llevar por mis pensamientos, a perder consciencia y a dormir mal. Hasta que un día, le dije de vernos y aunque dijo que estaba muy interesada en el plan que propuse, no quiso quedar. Hasta aquí no existía ninguna confrontación, sin embargo al día siguiente me dijo que al final quedó con unos conocidos de ambos más tarde, y el hecho de que no me invitara ni me dijera nada sí que me suponía conflictivo. Desde mi realidad o punto de vista, cuando me siento cercano a alguien (ya sea como amistad o sentimentalmente), invito a esa persona a mis planes, siempre y cuando sean planes en las que esa persona sea compatible, y no apruebo que la otra persona no haga lo mismo. Por ejemplo, en situaciones como quedar con una sola persona o varias personas que sólo conozco yo para ponernos al día, entiendo que no sea compatible y por tanto es probable que no invite a alguien extern@; sin embargo no entendí que fuera así en la situación descrita en cuestión.
En este punto, comuniqué de forma íntegra de nuevo cómo me sentía y por qué, y le pedí que me ayudase a entenderlo si había algún detalle que se me escapaba. Sin embargo, después de esto, fue ella la que decidió dejarlo alegando que no quería satisfacer las necesidades de otras personas, que prefería que continuásemos siendo amigos. Aquí cometí el error de tomarme sus actos como algo personal, y le insistí que aún no me había explicado el porqué de sus actos, y que me parecía que no estaba siendo real o auténtica con su interior. También le comenté, como ya le expliqué con anterioridad y he descrito en otro post anterior, que necesitaba esa honestidad para considerar a alguien como mi amig@, que al no parecerme así prefería que simplemente fuésemos conocidos y nos viéramos por coincidencia en lugar de hacer planes.
Al tiempo, y después de darle muchas vueltas, pensé sobre su trastorno mental y después de leer más al respecto, comprendí que, quizás, lo que ocurrió no se debía a una falta de honestidad por su parte, sino que podía simplemente ser un reflejo de su trastorno y no era consciente de lo que había hecho. Y por esa misma razón, quizás la falta de comunicación de sus emociones se debía a que se sentía abrumada por ellas debido a dicho trastorno. Nótese los «quizás» porque en realidad ni lo supe entonces ni lo sé, pero en cualquier caso le pedí disculpas de la mejor forma que pude, una vez más de forma íntegra, respetuosa y compasiva. Sin embargo, al hablar de nuevo de emociones, ella simplemente me pidió que me callase, lo cual terminé haciendo.
Una vez más, éramos incompatibles, a pesar de que existía una gran atracción entre ambos. Y aunque en esta ocasión no creí haber cometido tantos errores como en el pasado, durante parte de la relación dejé de estar presente en ella. Como destaca el libro Models de Mark Manson, la honestidad es imprescindible para tener relaciones fructíferas de cualquier índole y para salir de ellas cuando no son buenas para nosotr@s. Y en gran parte, para ser honest@s debemos mostrarnos vulnerables, lo cual no implica debilidad sino fuerza y coraje para expresar quienes somos realmente. O dicho de otro modo, honestidad por vulnerabilidad.